lunes, 3 de diciembre de 2007

Te quiero-te extraño-perdón


Otra vez con un dolor en el pecho y mil rosas imaginarias.
Un dolor por lo que te extraño y una rosa por cada vez que te necesite.
Tres perdones que valgan por todo lo que me tenes que perdonar, que no te dije antes porque las palabras, tiradas al vació, se las lleva el viento.
Te regalo palabras, todas las que quieras. Extrañas y simples. Palabras que hablan de vos. “Te quiero-te extraño-perdón”
Te regalo silencios que aturden, los ruidos del mundo. Mis sueños cada mañana para que los desayunes.
Mis esperanzas, mis deseos. Mi talento, si es que tengo, lo pongo todo para vos.
Mis oídos para que escuches lo que digo. Mis ojos para que leas lo que no digo, por miedo, y por eso lo escribo. Por eso escribo, porque no soy suficientemente valiente como para hablar. Te doy también mi valentía, que no es mucha ya te digo, pero es tuya desde ahora.
Mis días completos, te los doy. Te doy mi verano. Mi arrepentimiento por haber jugado con fuego y mi dolor por quemarme. Son tuyos.
Te doy todo mi tiempo y mi reloj para contarlo.
Mi tristeza si no te veo, mi impotencia cuando te veo. Te las doy.
Lo mejor que tenga de mi, te lo doy. Lo peor, prometo que lo tiro.
Te doy todo menos mi carta de renuncia a vos, a extrañarte y a pedirte de nuevo perdón, hasta que por fin, me perdones.

martes, 6 de noviembre de 2007

La cuenta-cuentos y el escritor


Él le dijo que viniera, quería mostrarle que el mundo giraba por si mismo. Quería mostrarle que no hacia falta que ellos dos estuvieran donde el común de las personas debían estar. Porque ellos no eran comunes.
Eran dos alfiles en un tablero, queriendo ser Rey y Reina y que no los encasillen. Ellos no quieren comer a nadie.
No soportaban la idea de que alguien los mueva. No creían en dios.
Exhibían sus dedos, con la esperanza de que alguien se acercara a tocarlos.
Ella leía en voz alta los cuentos para que él los escuchara. Él escribía en silencio los cuentos, para que ella los leyera. A ella le gustaba que sea su propia voz, la que pronuncie esas palabras divinas. A él le gustaba que sus palabras fueran pronunciadas por esa voz divina.
A ella le gustaba pensar en lo que podía aprender de él. A él le gustaba aprender a pensar en ella.
Ella tenía todo para dar. Él necesitaba recibir.
Ella siempre había intentado hacer las cosas bien. A él todo le había salido mal.
Ella le temía a la oscuridad. El llevaba años tratando de ver la luz.
Ella esquivaba los techos para seguir creciendo. A él le temblaban los huesos de no crecer.
Ella ve a un amigo en él. Él esta enamorado de ella.

( A la Bella Durmiente)

lunes, 22 de octubre de 2007

(en) El dia posterior

Lo escribo dos horas y diez minutos tarde.
Estoy escribiendo 2 horas y diez minutos tarde, mis casi 19 años de experiencia a su lado.
Porque ahora ya es lunes, y su dia fue el domingo.
Porque no puedo cumplir con las cosas a termino.
Y porque hace años que vengo pensando en escribirle. Desde que empecé a rayar las hojas con crayones. Supongo que no fue casual que las primeras letras que encadené ensayen un MAMÁ.
Pero ahora, que hice de la escritura prácticamente un oficio, me decido a hacerlo. Me decido a escribirle.
Aunque tengo tan poco que decirle.
Porque se lo dije todo. Si hay algo de lo que generalmente puedo ponerme orgulloso es de decir las cosas que siento. Puedo sentirme orgulloso de ser frontal. Puedo sentirme orgulloso de eso, y de mi Mamá.
Porque nunca se dio por vencida, aun cuando la dieron por vencida. Cuando la ahogaron. Cuando la creyeron fuera de combate. Se levanto y peleo. Se levanta y pelea, todas las mañana.
Aunque llore y se frustre por no haber podido darnos todo lo que quería. Por no tener un auto que prestarme, una casa propia.
Aunque se despertó a los cuarenta y tantos y no tenia mas familia que nosotros. Porque la cagaron. Porque creyó y la cagaron.
Se levanto. Y se va a levantar mañana también.
A remarla viejo, como siempre. Porque ella es así, no baja los brazos.
No creyeron en ella cuando de grande encontró su vocación. No creyeron. Yo creí.
Yo creí y estoy orgulloso. Porque se recibe, ¿saben?
Ayuda, siempre ayuda. Ella siempre ayuda y por eso siempre esta rodeada de amigos.
Y aun cuando hay gente que se empecina en que no lo sea, ella es feliz. Porque aprendió a hacer le ecuación que transforma lo poco en mucho. Porque aprendió a trasmitirla, la enseño. Y nos hizo felices en navidades donde no tenía un peso. Me hizo ver que se muñeco que me regalaba era mucho mas útil que la bici que quería y no pudo comprarme.
Porque va a estar siempre.
Se va a levantar y va a mostrar durante todo el dia que ella se sobrepone. Que es mucho más que los que la quieren hundir. Que es mucho más que ella y su auto boicot. Les va a enseñar que el mundo gira y que ella puede seguir el ritmo y no se va a bajar por nada del mundo.
Porque tiene muchos años por delante, y mucha fuerza para afrontarlos.
Aunque les duela a algunos.

lunes, 17 de septiembre de 2007

La voz del pasado, que se presenta (cambiándome el futuro)

Cuando miro las tres fotos que quedaron de nosotros hay algo que indefectiblemente no me cuadra. El presente.
Hasta ayer me felicitaba por eso.
Si mal no recuerdo, hice grandes esfuerzos para no perder la cordura irremediablemente por ella.
Entonces, hasta ayer, mis esfuerzos habían dado resultado. Ayer yo no me acordaba de ella.
Ayer me levante y comencé el dia sin acordarme de ella, ni de su cara. Ni de lo que me gustaba pasar los pocos segundos, en que nos veíamos, con ella. Durante el desayuno tampoco, ni durante el almuerzo.
En ningún momento del dia se me cruzo ella por la cabeza. Incluso en la noche, donde generalmente me asaltan pensamientos, ella no dio ni siquiera un fugaz paseo por mi mente.
Me acorde de que mañana tenia ensayo y que las cuerdas de la guitarra estaban viejas. Del parcial de lógica el miércoles. Del traidor y su novia o mi amigo y mi ex. Hasta tuve tiempo incluso, de pensar si había cerrado con llave la puerta de casa.
Haciendo memoria, de un largo tiempo a esta parte, ella no estuvo en mis pensamientos ni un solo segundo.
Pero hoy si.
Hoy apareció, con su belleza, a reclamar la atención que otras le robaron.
Vino a pedirme que la saque de mi pasado a dar unas vueltas por mi presente.
Hoy apareció, con su soberbia, a eclipsar lo que hubo en mí, después de ella.
Vino a pedirme que crezca, y que si la quiero olvidar que esta vez lo haga de verdad.
Porque hoy, con la paz que ahora recuerdo, viene a destruir de un soplido el castillo de naipes de mi olvido. Desparramando por mí casa las cartas, todas de corazones.

martes, 4 de septiembre de 2007

Una Flor y cuatro letras (En el día D)


Creo que pasaron dos años.
Dos años desde la primera vez que la vi. Dos años tarde en conocerla.
Creo que mi tardanza tiene una justificación posible. Esos dos años no fueron una demora mía, si no un crecimiento continuo y acelerado de ella.
Si, debe ser eso.
Yo conocí una persona hace dos años, que se trasformo. Creció, maduro, se convirtió en algo que se parece muy poco al resto de las cosas.
Le sobra lo que todas tienen. De todos lados.
Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es lo que tiene que las demás no.
Porque no solo es un merito ser un poco mas linda, de cualquier rincón de donde la mires, que las demás. Lo fantástico es lo otro. Que le alcance para ser más que las demás solo abriendo la boca y hablando. Hablando o sonriendo. Sonriendo mientras habla, y te mira profundo.
Porque es una chica saturada de virtudes. Y aún cuando se arriesga a permitirse equivocarse, se me hace imposible, vislumbrarle un error, un defecto. Algo que me advierta de sus lados débiles. De sus caras mas grises, o menos brillantes.
Porque no hay mas, y créanme que busco. No hay más, porque no se puede.
Del mismo modo que yo no puedo tener a alguien como ella al lado. Como tampoco voy a permitirme tenerla demasiado lejos.
Porque soy como los chicos y caprichoso les advierto que la vi. primero. Primero que nadie. Porque nadie la ve como yo. Con estos ojos. Con esta admiración.

lunes, 27 de agosto de 2007

Garabatos con su nombre

Frente a las hojas en blanco hay muy poco para hacer. De un tiempo a esta parte, todas se empeñan en agredirme.
Porque invitarme, sutilmente y en silencio, al oficio constante de escribir sobre ella, no es otra cosa que provocarme. Meterme el dedo en la llaga.
Convertirse en un cuadro de ella, que hay que descubrir, escupir y tapar con palabras. Hasta que no se le vea la cara. Porque no la quiero ver más.
Eso hacen las hojas de un tiempo a esta parte. Me provocan.
Y es por esta actitud que tomaron conmigo las hojas, que yo me comporto como lo hago. Cada rincón que me ofrecen termina por encarcelarme. No es que yo me empeñe en no dejarla ir de mis pensamientos.
Quisiera que sepan, pobres infelices ellas, que en poco tiempo ya no voy a rayarlas más con mis palabras. Las voy a dejar en blanco.
No voy a escribir mas en ninguna hoja que me ofrezca hablar de ella. Porque ya no hay nada más que hablar.
Si no fuera porque estoy haciendo esto para que las hojas se den por enteradas, no estaría siquiera nombrándola al pasar. No voy a nombrarla mas, lo repito. Ella desapareció.
Y cuando digo “ella”, digo ella como palabra. Perdonen que sea infantil, pero “ella” para mi es y sigue siendo ella. No puedo pensar en un ella como cualquier otra persona.
No más “te extraño”. Me canse de esa frase alumbrando, como una tibia linterna, apagones de dimensiones inconmensurables.
“Te quiero” si que no va mas. Me canse de ver esa frase entre nosotros, besando la lona, victima de un feroz golpe de indiferencia que lo dejo, y lo deja, Nocaut.
De ahora en más mis palabras cambian de dueña (a ver quien las quiere)
Ahora yo decido sobre quien escribo.
De ahora en adelante, no más garabatos con su nombre.

lunes, 20 de agosto de 2007

Un beso en el Cuello (segunda parte)

Con sueño no se puede pensar y tengo sueño. Suerte que no necesito pensar.
Llegado el momento de decirte las cosas, hoy, no necesito pensar.
Porque ya pensé mucho en cada cara de las palabras, pensé como decirlas. Pensé también la manera en que las recibirías. Y en todos mis pensamientos las cosas variaron.
Cambie mi discurso cerca de un millón de veces. Hubo días en que pensé que lo mejor seria poner mis palabras de rodillas para que suban hasta donde vos lo permitas. Otras veces creí que lo mejor seria ser valiente y hablarte desde el lado del que supero lo que le dolía. Otras veces no pensé.
Hoy ya lo tengo resuelto.
Cayendo en la simpleza.
Te Extraño.


(En el día que te volví a ver cantar)

miércoles, 15 de agosto de 2007

Un beso en el Cuello

No quiero caer en la simpleza. Nunca llegue a ningún lado con la simpleza.
No me vengan con eso de que la vaya a buscar y le hable, con que le ponga cara a mis palabras. Voy a buscar la manera de poder solucionar las cosas. Y ojo que yo se que no es esta. Pero esta es la manera que hoy tengo de decir un poco de lo que tengo guardado.
No voy a caer en la simpleza, así empecé estas líneas y lo sostengo.
El problema no es lo que fue ella para mi, nada de eso. El problema es lo que es ella para mí.
Soy conciente de que su distancia es justa, se canso de mi manera de decir las cosas, de mi eterna predisposición a meterme en donde no debo, esta harta de mi incoherencia. Esta realmente exhausta de mí.
Y yo estoy cansado de ella. Estoy cansado de ella en otro lado, de ella a un millón de años de distancia, de ella esquivando mi mirada. Estoy cansado de comerme la cabeza pensando en como hablar con ella y llegar a la conclusión de que lo justo es justo y yo la perdí.
Es que un par de meses es muy poco para que se le calme el dolor de otro desplante mió.
Porque todos tienen un límite y yo sobrepase por mucho y muchas veces el de ella.
Porque le hice mil cosas. Por empezar, la quise como nadie.
Porque la quiero de cualquier modo en que aparezca, la quiero como amiga, como compañera. La quiero como lo que ella este dispuesto a ser conmigo, pero la quiero acá.
La quiero acá, y la quiero ahora.
La quiero ahora y la quise siempre
Las palabras me queman en la garganta y no aparece nadie que las merezca como ella.
Estoy tratando de decir algo de todo lo que me pasa.
Que se resume en dos palabras, pero no quiero caer en la simpleza, lo vuelvo a decir.
No quiero resumir la cantidad de cosas que me pasan en dos palabras, me parece injusto, me parece ingrato. No quiero que todos mis sentimientos lo representen de una manera tan exacta tan solo dos palabras.
Y por todo lo que te quiero, ahora te hablo a vos, dejo este posteo incompleto.
Porque no pude encontrar la manera de decirte que te extraño, sin decirte te extraño

domingo, 15 de julio de 2007

Homenaje

Que nadie se haga cargo
de los nombres ni de las descripciones.
Lo único cierto es ella. *

No se como paso, no se porque lo hice.
¿Quién me dijo, hasta convencerme, que tenía que crear un portal y mostrarle al mundo, o al menos a la ínfima parte del mundo que quisiera verlo, las cosas que yo escribo?
Culpo a alguien, porque creo conocerme un poco. Se, indefectiblemente, que no es posible que la idea de exponerme de esta manera sea mía. Por miedo, supongo.
Además estoy seguro que no fue idea mía, y valga la redundancia, porque fue, en definitiva, una buena idea.
Escribir libera. Es catarsis. Y saberte leído es vértigo y pudor.
Tal vez porque, quienes me conocen, sepan que desde mi egoísmo no pude escribir de nadie que no tenga que ver íntimamente conmigo. Todo personaje, en el escrito que fuera, esta cargado de mi esperanza, esencia y espíritu y de mis frustraciones, tristezas y angustias.
Encontrarme desnudo entre mis líneas es la sensación más estridente que tengo.
Y este lugar, donde ahogo mis penas en palabras desperadas porque las diga, es visitado por gente que me enorgullece.
No solo lo digo porque hoy tenga la dicha de saberme leído por la escritora mas importante de Bragado, y no me olvido de Maroni (tal vez porque la calle de mi casa lleve su nombre). Lo digo también por todos los demás que invierten su tiempo en mí.
Lo digo por Sebastián, emocionado por un cuento mió.
Por Juan Pedro, haciendo esfuerzos inconmensurables por mantener la atención en la pantalla, y poder leer.
Lo digo por Macarena, mirando con expresión dulce y los cachetes grandes y rosas y lindos y suaves.
Pienso en Jose y en Clara y sus caras serias y mis ganas de robarles una sonrisa para siempre.
Imagino a Leandro, leyendo y resoplando con rabia y apuro para poder cumplir conmigo y su función de amigo, y continuar con lo suyo.
Me refiero a la Turca, a la bellísima Eliana, mi nuevo descubrimiento, a la que guardo en mis altares como un tesoro, y ella no sabe.
Me acuerdo de Pedro y sus visitas sigilosas, sin que nadie se las pida, sin rastros de ellas entre los comentarios.
Lo digo por Gimena y sus posteriores palabras que quiero escuchar.
Por Manuela que es siempre necesaria y Magdalena y su sonrisa de oro y flores.
Lo digo por Leo y sus visitas como haciéndome un favor.
También hablo de la nueva personita que aparece en las mañanas, es dueña de mis tardes y esclava de las nuevas palabras, que estoy aprendiendo, y con el tiempo le diré.
Pienso en Cruz y su inteligencia, Juan y su sabiduría.
Pero mas pienso, perdónenme, en ella. Pero no solo en ella, ni en lo que fue ella. Mucho menos, imagínense, en lo que es ella hoy.
Pienso, si me permiten el enredo de palabras, en lo que pensara ella.
¿Se sabrá protagonista absoluta de todo lo que salio de mí en este tiempo?
¿Habrá entendido que acá esta todo lo que no le supe decir?
¿Habrá leído lo que hice por ella?
Si lo hizo, me entenderá y se sabrá dueña de todos los escritos.
Si lo hizo, habrá aprendido que la distancia es, tan solo, la manera más cordial que encontré, para comunicarme con ella.

*Introducción: idea original "Los Traidores" de Eduardo Sacheri

martes, 19 de junio de 2007


La pregunta cruzo el aire y me golpeo el pecho.
-¿Soy mala?- suspiró- Decime la verdad, ¿crees que soy mala?-
Dude unos segundos.
-No, yo no creo que seas mala- tartamudeaba como un imbécil.
-Entonces, decime vos- siguió -¿Porque me sale todo mal?-
-No se...- respondí - El destino, supongo-
Mi respuesta carecía de todo lo que podía exigirsele a una de ellas en esta circunstancia.
Volvíamos, juntos, cada uno a su casa. La noche había sido similar a las demás, la ciudad no tenia demasiadas opciones para ofrecer y, siendo sincero, no creo que entretenga a nadie.
Ambos, con nuestros amigos, habíamos pasado una noche sin pena ni gloria.
Ella estaba, si la memoria no me falla (y puede que así sea, no suelo prestar demasiada atención en este tipo de detalles) con unas botas negras, calzas y una remera larga del mismo color. No me había percatado, hasta entonces, pero su atuendo concordaba de maravillas con la cara de velorio con la que regresaba a su casa.
Interrumpió el silencio en el momento exacto en el que estaba descubriendo rincones en su cara, que ahora se dejaban iluminar por los primeros rayos de sol de la mañana.
-Me quiero morir- resoplo.
Yo, que no soy nada bueno en las situaciones complicadas, solo atine a sonreír complice.
Me tomo de la mano.
Fuimos juntos en dirección a su casa. Si bien no habíamos acordado nada, no necesito pedirme que la acompañe para que yo lo haga. Puedo ser un mediocre, pero conozco lo que un hombre debe hacer en ciertas circunstancias.
Además ella estaba tan linda, que la sola idea de mirarla y llevarla de mi mano, provocaba en mi un vértigo extraño.
Su primer pregunta todavía merodeaba mi cabeza. ¿Quien habría sido el imbécil que hizo que, alguien como ella, se piense de semejante manera?
¿Soy mala me había preguntado?
Por un momento me recorrió el cuerpo unos enormes impulsos de frenarla y decirle que no, que no era mala. Que había tenido mala suerte, eso, mala suerte. Que yo la quería bien.
Pensé entonces en, por fin, animarme a decirle lo que sentía. A contarle, de una vez por todas, cuanto me gustaba hace tiempo. Por desgracia, solo junte coraje para comenzar a decirle cosas como, "ya vendrán tiempos mejores"
Dije una cosa con la que me recibí de tarado, "ese chico que esperas, seguro, que todavía no lo conoces, mira lo que te digo"
Pueden decirlo, soy un BOLUDO con todas las letras.
Doblando la esquina que anticipaba su casa la note igual de triste de como estaba cuando arrancamos la caminata.
Me despidió con un beso en el cachete mientras me agradecía la compañia.
Se dirigió a la puerta de su casa y coloco la llave en la cerradura.
Se giro a mirarme nuevamente y así me regalo los últimos segundos para gritarle lo que sentía.
No lo hice.
-Debo ser mala- concluyo, mientras cerraba la puerta

sábado, 9 de junio de 2007

Me despido con tanto amor (como puedo)

Voy a empezar esto como si fuera una carta de despedida.
Una carta de despedida que es, al menos, inusual. Llamarla inusual es una especie de justificativo, para que en esta carta no quepan rótulos tales como; insignificante, inútil. Mucho menos me gustaría que crean que es un último intento de recuperar terreno, un manotazo de ahogado.
Nada de eso.
Esto es simplemente, limítense a entenderlo de este modo, una carta de despedida inusual.
Es inusual porque de quien me despido no tengo noticias hace tiempo. Nos alejamos, y desde entonces las cosas cambiaron con vértigo. Nos quisimos. No me quiso, nos odiamos.
Me estoy despidiendo de alguien que no necesitó de esta carta para saberme fuera de carrera. Llevo escritas alrededor de 120 palabras inútiles a la vista de ella. No las quiere. No son necesarias para ella.
Son necesarias para mí.
En esto también es inusual esta carta.
Esta carta no tiene un destinatario claro. O tal vez si, pero se bifurca. Me despido de ella, pero me notifico de eso a mí.
Entonces estas palabras servirán de sentencia. Me condeno, ahora si, a darte por perdida. Veo hace tiempo todas las puertas cerradas, pero hoy las acepto.
Estoy aceptando la realidad. No hay primavera con vos. Si este invierno fue malo, el próximo también, y tal ves peor, mas frió, más triste. En un año cabe un solo septiembre y hoy acepto que no vuelve.
Con esta carta, incluso, abro los ojos y entiendo que nuestro septiembre quedo atrás. Es parte de otro calendario que deshoje día a día. Mes a mes.
Entonces, ese, mi presente perfecto se volvió pasado. Se añejó con cada amanecer. Se alejó ese septiembre donde sembramos promesas, que nadie creyó. Solo nosotros. Solo yo.
Promesas que rompimos, por crueldad, por imprudencia.
Y esos chicos de la foto. Los que sonríen a la cámara.
¿Qué pensarían ese momento?
Seguramente, tan solo se esforzarían por salir bien.
Lo que ellos no saben, es que se están sacando una foto en un mundo de mentira. Que lo que ellos creen su mundo en realidad no lo es. Es una parte ínfima y errónea del mundo real. Están inmortalizando felizmente un error.
Que alguien le avise a él que todo va a terminar mal. Que no se ilusione. Que se saque esa idea de la cabeza de que, por fin, encontró el camino. Se va a dar la cabeza contra la pared, yo se lo que les digo.
Díganle a ella, por favor, que piense lo que esta haciendo. Con eso no se juega.
Que interrumpan esa foto. Que no la saquen.
Esta inmortalizando, solo, un mal recuerdo

(la foto, igual, me la guardo)

domingo, 27 de mayo de 2007

Jugué a imaginarme

Si me hubiera quedado en silencio, el día que jure estar creciendo, esta noche pesaría mi mente un poco menos. No llevaría a mis espaldas otra promesa rota.
Cuando te desperté, estabas radiante. No se que hizo que me atreviera a perturbar tu sueño.
Dormías, sonreías. Sonreías durmiendo. Soñabas sonrisas.
Jugué a imaginarme en tu sueño.
Corriendo, sin motivos. Corriéndonos.
La luna como trofeo, el sol como compañía. El pasto, tan verde y tan alto, testigos de la competencia que disputábamos. Nuestras caras, fieles reflejos de la necesidad de triunfar, al menos en algo.
Dejándote ganar la carrera lograba verte esplendida. Realizada.
Tu mirada no buscaba gente, no la necesitaba. Me tenía a mí. Solamente a mí. A mí y a una nube.
Llegábamos al mismo lugar por caminos diferentes. Me tomabas de la mano. Me regalabas un beso, segundos antes de que te lo pidiera.
Me decías te quiero y no necesitabas respuesta. No necesitabas de mi lo que no podía darte. No necesitabas nada de mi, solo que estuviera a tu lado.
Me querías.
Yo en tu sueño sin perturbarlo. Yo en tu sueño y vos radiante. Vos hermosa, yo jugando. Vos durmiendo, yo soñando

domingo, 20 de mayo de 2007

Retórica (ella seguro no va a estar)

¿Cómo le digo que no me sale ser mejor?
¿Cómo le explico que intento cambiar?
¿Cómo le cuento de mis esfuerzos por ella?
Si no me escucha.
¿Y si le cuento que pienso en ella todos los días?
No creo que, ciertamente, le importe. Solo sonreiría. Con eso sabe que me deja contento, especulando.
¿Me creerá cuando le diga que, siempre que deseo cambiar, lo hago por ella?
Sinceramente, en su lugar, no creería en mi.
Aunque esta vez sea cierto.
Es evidente. Soy una persona devorada por su inmadurez. Mis caídas recurrentes, en lugares comunes, no denotan real empeño.
¿Y si me sincero?
Voy y golpeo las puertas del cielo (o las de su casa)
Le muestro la nada que soy. Le oculto lo malo que puedo ser.
Pinto un cuadro, mareado, de lo que quiero ser.
Y en ese cuadro estoy yo, valiente y bien parado.
Estoy yo sabiendo lo que quiero.
En el cuadro estoy yo con el corazón abierto y pocas palabras.
Soy yo a las puertas de su casa

viernes, 11 de mayo de 2007

Deuda *

Una de las fuentes primordiales que, a mi entender, mueven al hombre son las necesidades. Y hoy estoy realmente conmovido por una de esas, que me llena el estomago de aire y la mente de nada, porque nada me queda.
Necesito pagarle a alguien una deuda que mantengo. Una deuda implícita y secreta, porque esta persona ignora la existencia de ella, como también ignora los esfuerzos que yo hago por pagarle.
Hasta el presente mantuve en secreto mi deuda.
Tal vez sea esta la vulgar manera que encuentro de retribuir lo que ella hizo y hace por mi. A ciencia cierta no se si es mucho, si es poco. Si alcanza o no. Ignoro también si soy capaz de hacer algo a la altura de las circunstancias.
Pero mi ansiedad no cesa. Debo, al menos, intentar pagarle.
Contraje esta deuda de a poco. Como quien extrae porciones de la luna, que parece no acabarse.
Día a día abrí mi mente para que la recorra y arme con lo que encuentre la mejor versión de mí.
Le perdí el miedo a su cara, no siempre alegre, y le exigí sonrisas aun cuando no estaba en su facultad darlas.
Descubrí que reía, el día que se rió de mí. Como si conociera las respuestas que debía darme ese día, que me vio en dos pedazos, y los demás.
Perdí la vergüenza a llamarla cada una de las veces que la necesite.
Descubrí que era frágil cuando ella, por fin, necesito de mí.
Perdí el miedo a la soledad en el mismo momento en el que aprendí el camino a su casa.
Descubrí que hoy es, mi amiga, mi hermana, mi mundo


*Idea original "Me van a tener que disculpar" de Eduardo Sacheri

sábado, 5 de mayo de 2007

Era lógico, era natural, era lo que correspondía. Era un perro viejo.
Era, sin duda alguna su más fiel compañía desde que paulatinamente sus hijos fueron dejando la casa familiar, para luego volver a poblarla de nietos los domingos.
Mariano tenía alrededor de 80 años y una vida hecha, era un hombre sencillo y sobre todo bueno. Era leal, sincero y honesto. Incapaz de dañar a nadie, pero también de pedir ayuda.
Enamorado cada día más de su mujer, a pesar de haber enviudado hace años.
La casa estaba vacía como nunca antes lo había estado, el ultimo de los hijos había abandonado la casa, y con el su mujer y su pequeña hija. Estaban solos, Mariano y su perro, que para estar a la par de sus hijos, solo le faltaba haber abandonado su casa junto con la adolescencia.
Pero el perro no, era el único que no había decidido irse. Era el único con el cual, Mariano tenía un pacto secreto de eterna compañía.
Paisano, así decidió llamarlo hacia ya alrededor de 12 años, al pequeño manto negro que a la larga se convertiría en un animal que jamás dejaría acercar a alguien hasta Mariano, que el presumiera con malas intenciones. Tal vez por ser quien mejor alimentó jamás a un perro, Mariano había ganado la confianza del Paisano, quien a cambio de su plato de comida todo los mediodías, sin hablar le juro a Mariano estar ahí cuando el lo necesite. Mariano lo sabia, ahí estaba su perro.
Las malas experiencias con perros anteriores hacían a Mariano temer que el perro se asomara a la calle. Creía, tal vez, que al conocer las maravillas mundanas de la ciudad el perro dejaría su casa y, con ella, el afecto y el lazo que entre ellos existía, para entregarse al lujo de la libertad y así destruirse. Cada mediodía el perro tenia su comida en el patio, y Mariano se limitaba a verlo desgarrar la carne con sus dientes cada día menos filosos y mas viejos, desgastados progresivamente de tener que lidiar con el esfuerzo de triturar lo que le ofrecían en un amoroso plato.
Nadie jamás entendió, la simpleza que unía a estos dos viejos, amigos, compañeros voraces y fieles, esperando jamás ser uno el que deba enterrar al otro. Ellos, creo, eran uno y uno era el destino que los esperaba. Al menos eso creían.
Paisano empezaba a deteriorarse mas rápido que su amo, las costras que habían aparecido en sus piernas se habían expandido entre su cuerpo, llegando al hocico, su pecho y orejas. Habían cubierto su vida, y la de Mariano.
Muchos veterinarios desfilaron por la casa de Mariano, tratando de mejorar la salud del perro que, pese al deterioro, siempre lograba levantarse al mediodía a degustar, con cada día más esfuerzo, la comida que Mariano preparaba.
Una mañana, Paisano, parecía estar despidiéndose de Mariano, rompiendo el pacto. Parecía dispuesto a, de unas ves por todas, dejarse morir para así lograr frenar esta agonía de días en penumbras entre la vida y la muerte.
Mariano, como cada mediodía, sirvió la comida y se sentó a mirar su perro, que estático, permaneció acostado sin fuerzas para alcanzar el plato.
A la tarde, el silencio se cortaba con aullidos de dolor del Paisano que cruzaban el aire.
Hasta que por fin, Mariano decidió cortar la agonía del perro, ordenando llamar a un veterinario para que le aplicara una inyección letal que permitiera al perro, su compañero, terminar su suplicio.
Los hijos de Mariano se encargaron de ejecutar su voluntad.
El viejo se limito a encerrarse en su habitación, para no ver la terrible ceremonia en donde su compañero seria muerto.
Ya eran las doce de la noche cuando sus hijos pasaron por la puerta de la habitación de Mariano a comunicarle que el perro yacía enterrado en el patio. La agonía había concluido.
A la mañana siguiente Mariano se levanto sonriente y se dispuso sobre la cocina.
Salio al patio y dejo sobre el piso, como cada día desde hacia ya 12 años, el plato de comida para Paisano, y se dispuso a ver comer a su perro.

lunes, 23 de abril de 2007

Primer POsteo


-aca es- dijo pedro, un hombre totalmente realizado, que si bien no había logrado irse a estudiar, trabajando logro vivir bien durante toda su vida.
A su lado estaba Federico que se había convertido en alguien en quien, nadie que lo hubiese conocido de chico hubiera creído, con un humor desagradable que hacia que entre sus pares, los médicos, fuera odiado.
Junto a ellos Felipe, que con sus 65 años encima había logrado todo en su vida, menos ser feliz. Era un prestigioso abogado, que prácticamente logro sacar adelante cualquier caso que se le planteara. Pero como dije, fuera de su estudio, solo de a ratos salía de su profunda depresión

-estas seguro- replico Federico, con cara de pocos amigos –no quiero que volvamos a equivocarnos, mi tiempo vale-
Todos se preguntaron porque había aceptado hacer ese viaje a Rosario.
Era claro que a el, aunque no lo demostrara, también le importaba volver a ver después de tantos años a Sebastián.
De el se sabia que había terminado la facultad con las mejores calificaciones y había viajado a España a probar suerte. Pero el capitalismo no había tenido los frutos que se esperaban, el progreso que se creía desmedido había tenido un freno abrupto y los ingenieros en computación una gran depresión.
La sociedad estaba exactamente igual que hacia casi 40 años, sin adelantos significativos.
De Sebastián se creía que estaba trabajando poco y que vivía con lo justo, pero a ciencia cierta nadie sabia que era de su vida.
Desde su partida poco quiso saber de Argentina.
En un comienzo se mantuvo comunicado por Internet, pero con el tiempo fue perdiendo contacto con todas las personas que había dejado en el país, que no eran muchas debido a que su familia directa, se fue con el a pocos años de su partida.
15 años sin una sola noticia.
Hasta ahora que alguien les dijo que Sebastián vendría con su familia a pasar las fiestas a Argentina, a Rosario, y decidieron viajar para verlo.
Si en esa casa se encofraba el seria la primera vez en muchos años que volverían a estar juntos los 4 integrantes de la banda que tenían en el secundario, y eso, en definitiva era lo que buscaban.

La separación había sido muy traumática para todos.
Pedro, con más de 60 años, aun seguía escuchando las grabaciones caseras de la banda.
Felipe fue el mas afectado en el momento, pero daba la sensación de que los logros posteriores lo habían hecho olvidar por completo que alguna vez integro una banda de rock.
Federico renegaba de ese pasado, hasta se avergonzaba, pero había quienes decían que en algún rincón de la casa, todavía tenía una guitarra, que solía tocar a escondidas, y hasta recordaba sus viejos temas.
De Sebastián como dije, no se sabía nada.

-Si, aca es- Dijo Pedro con una seguridad asombrosa –lo presiento-
Los 3 se dirigieron hacia el interior de esa casa quinta con una inmensa pileta en el frente.
El lugar, aunque ninguno se animo a decirlo, les recordaba a todos la vieja casa de Sebastián en Bragado, en donde ensayaron desde sus comienzos. Un lugar con mucho verde, alejado del centro de la ciudad, dueño de una pasividad increíble, con un silencio que solo se interrumpía dos veces a la semana, cuando los jóvenes se juntaban a dar todo de si en esas dos horas que nunca alcanzaban.

Desde ese momento y durante los 50 metros que separaban la tranquera de la casa todos recordaron diferentes situaciones de cuando eran jóvenes.

Pedro, por Ej., recordó los partidos de Ping-Pong antes y después de los ensayos, con tanta alegría, que se le distorsiono la historia y en sus recuerdos el siempre ganaba.
Felipe en cambio, sintió en estos pasos que lo separaban de Sebastián, algo similar a lo que sentía cuando esos pasos eran los que lo separaban del escenario. Una Mezcla de nervios y muchas ganas que solo se traducía en adrenalina.
Federico recordó algo que le hizo escapar una sonrisa, similar a la de un niño, que se empeño en disimular.
Algo les hacia sentir que la distancia que separaba la tranquera de la casa, no eran simplemente metros, eran años, muchos años.
Hasta que por fin ahí estaban, frente a frente, contra la puerta.
Se quedaron un instante, esa puerta los separaba de Sebastián, pero también los separaba de su juventud y de su antigua y sincera felicidad.
Pero ellos todavía no lo sabían.

-¿Quién toca?- Pregunto Felipe
Pedro se arrimo hasta la puerta y le dio tres golpes secos.
La puerta se abrió de par en par, y ahí estaba, frente a ellos.
Ninguno podía salir de su asombro y nadie atino a decir nada, solo hubo silencio y una lagrima interna, joven, en cada uno de ellos.
Sebastián dudo sobre a quienes tenia en frente, hasta que se decidió a abrazarlos.
Sin duda eran ellos y ese el momento que deseaban.
El silencio se interrumpió con una invitación a pasar.
-Los extrañaba- dijo Sebastián mientras corría hacia la otra habitación en busca de quien sabe que.
Tenían mucho de que hablar, pero también mucho tiempo para hacerlo. Sebastián les comunico primero que nada que ya no volvería a irse, que ya era un hombre grande y que estaba necesitando echar raíces.
Todos se presentaron como si nunca hubiesen estado juntos, como si no se conociesen.
Y era lógico, ya que el tiempo poco había dejado de esos amigos de la infancia.

-Tengo algo que mostrarles- dijo Sebastián -¿no creían que me había olvidado de ustedes verdad?- pregunto con un castellano extraño, como mezclado durante su larga estadía fuera del país.
Apoyo una pesada carpeta negra y empezó a ojearla.
Todos se acercaron a mirarla.
-Aca tengo todo lo de la banda, desde folletos hasta fotos- explico – ¿que dirían del prestigioso abogado si vieran estas imágenes?-
Los 4 se rieron del pelo alborotado y ensortijado de Felipe en esa época.
-Ya se vislumbraba la calvicie- bromeo Pedro mientras acariciaba la brillante cabeza de Sebastián.
-Hay algo mas que quiero mostrarles- Todos siguieron a Sebastián hasta un pequeño cuarto en el fondo.
Ahí estaba, cubierta por una extensa y gruesa capa de tierra, su batería
Todos se sorprendieron al verla, para ser sinceros los tres sospecharon que se había desecho de ella ni bien partió a la facultad, o por lo menos cuando se fue a España.
Pero no fue asi, ahí estaba.
-La armamos hace un par de días con mi sobrino, quiere empezar y que yo le enseñe, no entiende que ya estoy viejo-
Al mirarse los 4 realmente notaron que estaban viejos.
El silencio invadió el cuarto.
-¿ustedes creen que si hubiéramos seguido tocando las cosas hubieran sido diferentes?- pregunto Sebastián.
Los cuatro se detuvieron a pensar y con ellos se detuvo el tiempo, que antes, cuando tenían 16 y 17 años se les había escapado de las manos prácticamente sin disfrutarlo.
Y en ese instante, preciso en el que los 4 repasaron su vida, respondieron al mismo tiempo:
-Si, hubiéramos sido Felices-