domingo, 28 de diciembre de 2014

Lentes

Se sentó frente al especialista con el objetivo de poder solucionar aquello que tanto le molestaba. El oculista le puso un aparato similar a unos anteojos, solo que mucho más grandes e incómodos y sin ninguna lente. En eso, empezó el trabajo. El oculista le pusó una pieza opaca en su ojo izquierdo y una lente en su ojo derecho. -¿Podes ver?-, le preguntó. Ante la negativa, probó con otro lente y luego con otro, sin suerte. Luego del 5to lente, probó rotando. -¿Ahora mejor?-, insistió. Y nada. El oculista miraba asombrado y buscaba en un maletín repleto de pequeños cristales y volvía a probar. Nada. Tal vez solo un poco mejor, pero seguía sin poder ver. -Quizás sea quirurgico- se dijo a si mismo y al paciente, mientras rotaba la pieza opaca al ojo derecho y comenzaba la seguidilla de cristales en el ojo izquierdo. Repitió el aumento de graduación en tantos cristales como en el primer ojo. Y nada. -Quizás con laser- dijo, con tono de poca esperanza, -o existen otro tipo de tratamientos, más complejos, como los lentes intraoculares-. El oculista anotó en su agenda el día de la nueva consulta y en un recetario los pasos a seguir por el paciente. Una interconsulta con otro especialista, que viene desde Capital los primeros jueves de cada mes. -Él va a poder ayudarte- aseguró -Yo te espero después de eso, andá, no me debés nada- concluyó. El paciente cruzó la puerta y tomó la calle. Seguía sin ver la hora de verla.