miércoles, 1 de septiembre de 2010

Siempre


Hoy, a un año, creo que todavía no existe homenaje posible.
Que uno puede andar por ahí recordando tu compañía y tus empanadas y la cantidad de cosas maravillosas que hacias todo el tiempo.
Que sos parte de un pasado esplendoroso, de todos los recuerdos de chico que son los recuerdos más lindos.
Saber que hoy sos ese lugar en donde fuiste feliz y al que ya no podés volver. Que hoy sos el paraíso entonces, que no es otra cosa que esa. Ese lugar donde estuviste y no podés volver a estar. Yo hoy quiero que vos estés conmigo.
Y al no poder hacer nada mejor voy a repetir acá el epilogo del Libro Ruido del mundo, que es mi libro. Ese mismo que no conociste por tan poco y yo hubiera deseado tanto que conozcas.

EPÍLOGO




Cuando me subí de lleno a este barco, que es “Ruido del mundo”, dentro de la tripulación remaba conmigo una persona más. Que ya no está.
No porque haya abandonado el barco. Digamos que ¿Dios? El destino o vaya a saber uno quién, la puso en otro lado.
Y desde allá es esto que es ahora. El viento de cola de este barco al que le costo tocar puerto, por la inexperiencia de sus tripulantes.
Gracias por eso. Por darme una mano desde allá. Desde donde estés.
Porque hoy si creo que existe ese lugar, a donde van los que en la vida dieron tanto que se ganaron alas. Aprovecha tu hija, que se fue tan temprano, al flaco dale saludos y decile que por acá lo suyo todavía no cierra y no hagas renegar mucho a Toto, que acá tus hijos están bien. Mucho mejor. Porque están juntos.
Nosotros, tus nietos un poco más grandes, te recordamos casi con más risas que lagrimas, a pesar de que cuando te fuiste dejaste un hueco enorme.
Y en la cara de los más chicos de tus nietos, y en tus bisnietos me di cuenta que yo, cuando creía que ibas a vivir cien años me había quedado corto.

Gracias por todo abuela

Felipe