Cualquiera que la vea dirá que está preciosa. Porque efectivamente lo está.
Pocos sabrán que estar como está le costó varios cambios de ropa. Varios insultos al espejo y que su cara se ponga larga y su boca se le frunza en ese gesto llamativo cuando se muerde los labios. Dijo varias veces “yo no salgo” y puteó.
Algo hizo que salga igual, aunque no esté conforme con como se ve. Siente que no se peinó como corresponde, que la remera no es linda y los pantalones no le quedan. Mejor sería haberse puesto pollera o mejor aun no haber salido. Para no sentirse la peor de todo el grupo de amigas. La más fea de la noche.
Entonces no se explicará porque varios parecen mirarla. Rechazará a algún desprevenido que la saque a bailar y continuará bailando con sus amigas que son las que la trajeron, a los empujones, así de fea y mal vestida como ella se ve.
Así de preciosa como está ahora, yéndose. Ahora si un poco despeinada, menos arreglada. Pero contenta de haber salido, porque se divirtió o porque tomó un poco de más. O a lo mejor se va contenta porque hace ya un rato que no mira ese espejo que miró antes de salir. Ese mismo espejo que le devuelve la imagen tergiversada que ella cree. La que dice que es fea, que no está bien. El convincente espejo que en ella vale más que la mirada de todo el mundo. Que la ve preciosa, como ella no se ve.
domingo, 13 de noviembre de 2011
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