martes, 29 de noviembre de 2011

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Tener ganas de saludarte no es, ni remotamente, un plan premeditado de retorno a tus días. No se trata de volver a decirte que estoy, que soy este que te saluda y todos los años que estuviste conmigo y las mil cagadas que me mandé.
Que me acuerde de este día es inevitable para mi y puede ser incomprensible para vos, que si te acordás, sabrás que no recuerdo más de dos o tres fechas y resulta que una justo es esta y las demás ahora no me salen.
Entonces con el recuerdo puedo hacer varias cosas. La primera es disimularlo ante todos, hacerme el que no pasa nada; que la particularidad de este día es que mañana tengo que entregar dos trabajos finales para la facultad y hay de mi si no me apuro. Bien podría charlar esto con quien si charlo las cosas, que no es con vos desde hace mucho, pero no avisarte. No contarte que me acordé y pensé en vos todo el día. O no contarte que tengo la fecha marcada en mi cabeza y soñé varias veces hacer mil cosas para plantarme en tu vida y ver que tan fácil me sacás por estos tiempos. También podía estar haciendo esto que hago. Escribirle a este vos imaginario que es la hoja ya no tan en blanco y tampoco te vas a enterar porque no leías esto cuando estábamos juntos, ni por compromiso.
También podría llamarte y decirte que por los años, por los ratos, por el cariño, por los recuerdos, por las palabras, por la compañía y por todo lo que hiciste por mi y en mi, te deseo muy feliz cumpleaños.

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