Existen personas a los que nada las cambia. Ni el progreso más inesperado y enorme las mueve de una manera de caminar el mundo. Que ningún brillo, ningún flash y ningún billete, sea del país que sea, puede hacer que les cambie la esencia.
Doña Tota era eso. Lejos de los lujos de las madres del dinero y el poder, siempre fue eso. Siempre fue Doña Tota. Y no fue una cholula mediática, ni una habitué de los quirófanos y los valores estéticos.
Siempre fue madre. Cuando en Fiorito decía que le dolía la panza a la hora de la comida y cuando su hijo repartía por el suelo a los rivales. Fue madre cuando a Diego lo endiosaban y fue madre cuando lo denostaron. Con la copa del mundo y en tribunales. Con los golazos y la cocaína. Con Caniggia y con Coppola. Su hijo siempre tuvo una madre.
Diego fue Diego porque estaba Doña Tota. Y esto va más allá de que pueden ser el ejemplo más irrefutable de que detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer. Doña Tota es el sacrificio argento de dejar todo por los hijos. Es el perfil bajo, la palabra justa y algunas cosas de las que Diego adolece.
Es la Virgen María del fútbol de todos los tiempos. Es silencio en las tribunas cuando se la recuerda. Es tatuaje en la espalda con un “Te amo”. Es el recuerdo de una madre que parió una leyenda y hoy se va, al cielo de los grandes.
lunes, 21 de noviembre de 2011
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