martes, 13 de marzo de 2012

Taza

Lleva quince minutos con la vista clavada en la taza y por más que intenta no puede ver otra cosa que eso. Una taza. Entonces no puede evitar sentirse engañado. Porque está claro que en ningún lugar eso significa más que una taza, se dice, que no me mientan.
Levanta la vista. Está solo. Encima se fue, piensa. Vuelve a poner la vista en el fondo de la taza. Sigue sin entender. Se pone de pie y camina en dirección a la puerta. Vuelve sobre sus pasos. Mira a la taza desde otro ángulo. Es lo mismo.
Son pavadas, puras pavadas, concluye. Y toma la puerta en dirección a la calle. No va a creer en eso. Y si no, que alguien le explique cómo es que dice que ella no vuelve la borra de ese café.