jueves, 26 de marzo de 2009

A Clara hay veces que se le llenan los ojos de lagrimas


A Clara hay veces que se le llenan los ojos de lágrimas. Y ya no son pocas las veces.
Por supuesto que son muchas más las veces que se le llena la boca de risas. Porque sigue siendo Clara. Y Clara es Clara porque se ríe casi siempre.
Pensar que a ella le gustaba Mana por “En el muelle de San Blas”, porque le daba pena y melancolía. Y yo le discutía que ese tema era una copia barata de Penélope. Y ahora resulta que Clara es casi una Penélope, o la protagonista de la canción de Mana. Solo que su amado no es ni un caminante ni se va en barco. Pero se va igual.
Tampoco Clara lo va a esperar sentada, ni en Ezeiza ni acá. Pero lo va a esperar. Por lo menos por un tiempo. Hasta que se desilusione y deje de esperarlo. O en el mejor de los casos, hasta que él vuelva. Y ojala que vuelva, porque a Clara no le gusta esperar mucho. Y a mí no me gusta que se desilusione.
A Clara hay veces que se le llenan los ojos de lágrimas porque se esta preparando para cuando su novio se vaya a España. Entonces la melancolía la invade de saber que irremediablemente se tiene que ir. A su vez sabe que irremediablemente lo va a extrañar. Porque Clara es Clara porque extraña a la gente que se va y ella aprecia.
Clara recorre Buenos Aires y va mirando los lugares de este lado del charco, de donde supone que su novio no debería irse nunca. Por eso se le llenan los ojos de lágrimas. Y se le van a seguir llenando hasta que se vaya o hasta que por fin rompa en un llanto liso y llano. Hasta que se aburra de llorar y esperar.
Hasta que por fin le comuniquen que su novio vuelve y ella pueda mirar los paisajes de este lado del charco con sonrisas de ilusión.
Con la ilusión de quien recobro lo que le pertenece, para intentar quedárselo para siempre.
Pero por ahora, a Clara hay veces que se le llenan los ojos de lágrimas.


Para mi amiga
Por lo mucho
Que la quiero