Acostumbrado a vivir de desamores no puedo apreciar este momento de paz. De tanto pelear por causas perdidas llega el momento de replantearse el porque de mi lucha.
Todas libradas y perdidas, porque no gane ni una.
Llevo escritas miles de palabras en las que no pude enarbolar un solo triunfo.
Tengo que parar, y cuando pienso en parar aparece alguien. Y ahí vamos de nuevo.
Una nueva persona a la que tengo que decorar con palabras.Pero esta vez tiene algo de distinto. Puedo escribir en presente. Generalmente escribo en pasado, porque todo lo que tuvo importancia en mi vida es parte de mi pasado. O casi todo.
Y cuando toco fondo vuelvo un rato al presente a ver por mis costados, imaginar mi futuro. Darme cuenta que para salir a la hermosa superficie del presente hay que tomarse de la mano de alguien que habite en el. Y yo que estoy acostumbrado a entrelazar los dedos con gente del pasado que me esconde su mano, me doy una vuelta por el presente.
De nuevo una extraña suerte me convida con alguien, que irremediablemente pasara a ser pasado. Yo se eso, no lo ignoro. Pero vuelvo a cerrar los ojos y me lo niego. Después de todo alguna vez tendré la suerte de armar los cimientos de un futuro.
No quiero creer que debo acostumbrarme a que todo lo importante del presente vaya camino a ser enterrado irremediablemente en el pasado, por una especie de designio.
Yo quiero creer que hay algo mejor para mí, que no siempre voy a tener que olvidar.
En este presente aparece ella. No pienso en el futuro, pero desde ya me niego a que forme parte de mi pasado. Que se quede ahí por ahora, en el presente.
Yo se de duelos sentimentales y casi me acostumbro al dolor suave y en el pecho de las causas perdidas. No se de cómo pensar en un futuro con alguien, es cierto. Pero a lo mejor ella sabe y me enseña.
Me estoy volviendo a equivocar, yo se, no me lo digan.
¿Estoy escribiendo pronto sobre ella?
Puede ser, pero en una noche como esta no me puedo quedar con mil palabras en la boca.
viernes, 11 de enero de 2008
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