-aca es- dijo pedro, un hombre totalmente realizado, que si bien no había logrado irse a estudiar, trabajando logro vivir bien durante toda su vida.
A su lado estaba Federico que se había convertido en alguien en quien, nadie que lo hubiese conocido de chico hubiera creído, con un humor desagradable que hacia que entre sus pares, los médicos, fuera odiado.
Junto a ellos Felipe, que con sus 65 años encima había logrado todo en su vida, menos ser feliz. Era un prestigioso abogado, que prácticamente logro sacar adelante cualquier caso que se le planteara. Pero como dije, fuera de su estudio, solo de a ratos salía de su profunda depresión
-estas seguro- replico Federico, con cara de pocos amigos –no quiero que volvamos a equivocarnos, mi tiempo vale-
Todos se preguntaron porque había aceptado hacer ese viaje a Rosario.
Era claro que a el, aunque no lo demostrara, también le importaba volver a ver después de tantos años a Sebastián.
De el se sabia que había terminado la facultad con las mejores calificaciones y había viajado a España a probar suerte. Pero el capitalismo no había tenido los frutos que se esperaban, el progreso que se creía desmedido había tenido un freno abrupto y los ingenieros en computación una gran depresión.
La sociedad estaba exactamente igual que hacia casi 40 años, sin adelantos significativos.
De Sebastián se creía que estaba trabajando poco y que vivía con lo justo, pero a ciencia cierta nadie sabia que era de su vida.
Desde su partida poco quiso saber de Argentina.
En un comienzo se mantuvo comunicado por Internet, pero con el tiempo fue perdiendo contacto con todas las personas que había dejado en el país, que no eran muchas debido a que su familia directa, se fue con el a pocos años de su partida.
15 años sin una sola noticia.
Hasta ahora que alguien les dijo que Sebastián vendría con su familia a pasar las fiestas a Argentina, a Rosario, y decidieron viajar para verlo.
Si en esa casa se encofraba el seria la primera vez en muchos años que volverían a estar juntos los 4 integrantes de la banda que tenían en el secundario, y eso, en definitiva era lo que buscaban.
La separación había sido muy traumática para todos.
Pedro, con más de 60 años, aun seguía escuchando las grabaciones caseras de la banda.
Felipe fue el mas afectado en el momento, pero daba la sensación de que los logros posteriores lo habían hecho olvidar por completo que alguna vez integro una banda de rock.
Federico renegaba de ese pasado, hasta se avergonzaba, pero había quienes decían que en algún rincón de la casa, todavía tenía una guitarra, que solía tocar a escondidas, y hasta recordaba sus viejos temas.
De Sebastián como dije, no se sabía nada.
-Si, aca es- Dijo Pedro con una seguridad asombrosa –lo presiento-
Los 3 se dirigieron hacia el interior de esa casa quinta con una inmensa pileta en el frente.
El lugar, aunque ninguno se animo a decirlo, les recordaba a todos la vieja casa de Sebastián en Bragado, en donde ensayaron desde sus comienzos. Un lugar con mucho verde, alejado del centro de la ciudad, dueño de una pasividad increíble, con un silencio que solo se interrumpía dos veces a la semana, cuando los jóvenes se juntaban a dar todo de si en esas dos horas que nunca alcanzaban.
Desde ese momento y durante los 50 metros que separaban la tranquera de la casa todos recordaron diferentes situaciones de cuando eran jóvenes.
Pedro, por Ej., recordó los partidos de Ping-Pong antes y después de los ensayos, con tanta alegría, que se le distorsiono la historia y en sus recuerdos el siempre ganaba.
Felipe en cambio, sintió en estos pasos que lo separaban de Sebastián, algo similar a lo que sentía cuando esos pasos eran los que lo separaban del escenario. Una Mezcla de nervios y muchas ganas que solo se traducía en adrenalina.
Federico recordó algo que le hizo escapar una sonrisa, similar a la de un niño, que se empeño en disimular.
Algo les hacia sentir que la distancia que separaba la tranquera de la casa, no eran simplemente metros, eran años, muchos años.
Hasta que por fin ahí estaban, frente a frente, contra la puerta.
Se quedaron un instante, esa puerta los separaba de Sebastián, pero también los separaba de su juventud y de su antigua y sincera felicidad.
Pero ellos todavía no lo sabían.
-¿Quién toca?- Pregunto Felipe
Pedro se arrimo hasta la puerta y le dio tres golpes secos.
La puerta se abrió de par en par, y ahí estaba, frente a ellos.
Ninguno podía salir de su asombro y nadie atino a decir nada, solo hubo silencio y una lagrima interna, joven, en cada uno de ellos.
Sebastián dudo sobre a quienes tenia en frente, hasta que se decidió a abrazarlos.
Sin duda eran ellos y ese el momento que deseaban.
El silencio se interrumpió con una invitación a pasar.
-Los extrañaba- dijo Sebastián mientras corría hacia la otra habitación en busca de quien sabe que.
Tenían mucho de que hablar, pero también mucho tiempo para hacerlo. Sebastián les comunico primero que nada que ya no volvería a irse, que ya era un hombre grande y que estaba necesitando echar raíces.
Todos se presentaron como si nunca hubiesen estado juntos, como si no se conociesen.
Y era lógico, ya que el tiempo poco había dejado de esos amigos de la infancia.
-Tengo algo que mostrarles- dijo Sebastián -¿no creían que me había olvidado de ustedes verdad?- pregunto con un castellano extraño, como mezclado durante su larga estadía fuera del país.
Apoyo una pesada carpeta negra y empezó a ojearla.
Todos se acercaron a mirarla.
-Aca tengo todo lo de la banda, desde folletos hasta fotos- explico – ¿que dirían del prestigioso abogado si vieran estas imágenes?-
Los 4 se rieron del pelo alborotado y ensortijado de Felipe en esa época.
-Ya se vislumbraba la calvicie- bromeo Pedro mientras acariciaba la brillante cabeza de Sebastián.
-Hay algo mas que quiero mostrarles- Todos siguieron a Sebastián hasta un pequeño cuarto en el fondo.
Ahí estaba, cubierta por una extensa y gruesa capa de tierra, su batería
Todos se sorprendieron al verla, para ser sinceros los tres sospecharon que se había desecho de ella ni bien partió a la facultad, o por lo menos cuando se fue a España.
Pero no fue asi, ahí estaba.
-La armamos hace un par de días con mi sobrino, quiere empezar y que yo le enseñe, no entiende que ya estoy viejo-
Al mirarse los 4 realmente notaron que estaban viejos.
El silencio invadió el cuarto.
-¿ustedes creen que si hubiéramos seguido tocando las cosas hubieran sido diferentes?- pregunto Sebastián.
Los cuatro se detuvieron a pensar y con ellos se detuvo el tiempo, que antes, cuando tenían 16 y 17 años se les había escapado de las manos prácticamente sin disfrutarlo.
Y en ese instante, preciso en el que los 4 repasaron su vida, respondieron al mismo tiempo:
-Si, hubiéramos sido Felices-
A su lado estaba Federico que se había convertido en alguien en quien, nadie que lo hubiese conocido de chico hubiera creído, con un humor desagradable que hacia que entre sus pares, los médicos, fuera odiado.
Junto a ellos Felipe, que con sus 65 años encima había logrado todo en su vida, menos ser feliz. Era un prestigioso abogado, que prácticamente logro sacar adelante cualquier caso que se le planteara. Pero como dije, fuera de su estudio, solo de a ratos salía de su profunda depresión
-estas seguro- replico Federico, con cara de pocos amigos –no quiero que volvamos a equivocarnos, mi tiempo vale-
Todos se preguntaron porque había aceptado hacer ese viaje a Rosario.
Era claro que a el, aunque no lo demostrara, también le importaba volver a ver después de tantos años a Sebastián.
De el se sabia que había terminado la facultad con las mejores calificaciones y había viajado a España a probar suerte. Pero el capitalismo no había tenido los frutos que se esperaban, el progreso que se creía desmedido había tenido un freno abrupto y los ingenieros en computación una gran depresión.
La sociedad estaba exactamente igual que hacia casi 40 años, sin adelantos significativos.
De Sebastián se creía que estaba trabajando poco y que vivía con lo justo, pero a ciencia cierta nadie sabia que era de su vida.
Desde su partida poco quiso saber de Argentina.
En un comienzo se mantuvo comunicado por Internet, pero con el tiempo fue perdiendo contacto con todas las personas que había dejado en el país, que no eran muchas debido a que su familia directa, se fue con el a pocos años de su partida.
15 años sin una sola noticia.
Hasta ahora que alguien les dijo que Sebastián vendría con su familia a pasar las fiestas a Argentina, a Rosario, y decidieron viajar para verlo.
Si en esa casa se encofraba el seria la primera vez en muchos años que volverían a estar juntos los 4 integrantes de la banda que tenían en el secundario, y eso, en definitiva era lo que buscaban.
La separación había sido muy traumática para todos.
Pedro, con más de 60 años, aun seguía escuchando las grabaciones caseras de la banda.
Felipe fue el mas afectado en el momento, pero daba la sensación de que los logros posteriores lo habían hecho olvidar por completo que alguna vez integro una banda de rock.
Federico renegaba de ese pasado, hasta se avergonzaba, pero había quienes decían que en algún rincón de la casa, todavía tenía una guitarra, que solía tocar a escondidas, y hasta recordaba sus viejos temas.
De Sebastián como dije, no se sabía nada.
-Si, aca es- Dijo Pedro con una seguridad asombrosa –lo presiento-
Los 3 se dirigieron hacia el interior de esa casa quinta con una inmensa pileta en el frente.
El lugar, aunque ninguno se animo a decirlo, les recordaba a todos la vieja casa de Sebastián en Bragado, en donde ensayaron desde sus comienzos. Un lugar con mucho verde, alejado del centro de la ciudad, dueño de una pasividad increíble, con un silencio que solo se interrumpía dos veces a la semana, cuando los jóvenes se juntaban a dar todo de si en esas dos horas que nunca alcanzaban.
Desde ese momento y durante los 50 metros que separaban la tranquera de la casa todos recordaron diferentes situaciones de cuando eran jóvenes.
Pedro, por Ej., recordó los partidos de Ping-Pong antes y después de los ensayos, con tanta alegría, que se le distorsiono la historia y en sus recuerdos el siempre ganaba.
Felipe en cambio, sintió en estos pasos que lo separaban de Sebastián, algo similar a lo que sentía cuando esos pasos eran los que lo separaban del escenario. Una Mezcla de nervios y muchas ganas que solo se traducía en adrenalina.
Federico recordó algo que le hizo escapar una sonrisa, similar a la de un niño, que se empeño en disimular.
Algo les hacia sentir que la distancia que separaba la tranquera de la casa, no eran simplemente metros, eran años, muchos años.
Hasta que por fin ahí estaban, frente a frente, contra la puerta.
Se quedaron un instante, esa puerta los separaba de Sebastián, pero también los separaba de su juventud y de su antigua y sincera felicidad.
Pero ellos todavía no lo sabían.
-¿Quién toca?- Pregunto Felipe
Pedro se arrimo hasta la puerta y le dio tres golpes secos.
La puerta se abrió de par en par, y ahí estaba, frente a ellos.
Ninguno podía salir de su asombro y nadie atino a decir nada, solo hubo silencio y una lagrima interna, joven, en cada uno de ellos.
Sebastián dudo sobre a quienes tenia en frente, hasta que se decidió a abrazarlos.
Sin duda eran ellos y ese el momento que deseaban.
El silencio se interrumpió con una invitación a pasar.
-Los extrañaba- dijo Sebastián mientras corría hacia la otra habitación en busca de quien sabe que.
Tenían mucho de que hablar, pero también mucho tiempo para hacerlo. Sebastián les comunico primero que nada que ya no volvería a irse, que ya era un hombre grande y que estaba necesitando echar raíces.
Todos se presentaron como si nunca hubiesen estado juntos, como si no se conociesen.
Y era lógico, ya que el tiempo poco había dejado de esos amigos de la infancia.
-Tengo algo que mostrarles- dijo Sebastián -¿no creían que me había olvidado de ustedes verdad?- pregunto con un castellano extraño, como mezclado durante su larga estadía fuera del país.
Apoyo una pesada carpeta negra y empezó a ojearla.
Todos se acercaron a mirarla.
-Aca tengo todo lo de la banda, desde folletos hasta fotos- explico – ¿que dirían del prestigioso abogado si vieran estas imágenes?-
Los 4 se rieron del pelo alborotado y ensortijado de Felipe en esa época.
-Ya se vislumbraba la calvicie- bromeo Pedro mientras acariciaba la brillante cabeza de Sebastián.
-Hay algo mas que quiero mostrarles- Todos siguieron a Sebastián hasta un pequeño cuarto en el fondo.
Ahí estaba, cubierta por una extensa y gruesa capa de tierra, su batería
Todos se sorprendieron al verla, para ser sinceros los tres sospecharon que se había desecho de ella ni bien partió a la facultad, o por lo menos cuando se fue a España.
Pero no fue asi, ahí estaba.
-La armamos hace un par de días con mi sobrino, quiere empezar y que yo le enseñe, no entiende que ya estoy viejo-
Al mirarse los 4 realmente notaron que estaban viejos.
El silencio invadió el cuarto.
-¿ustedes creen que si hubiéramos seguido tocando las cosas hubieran sido diferentes?- pregunto Sebastián.
Los cuatro se detuvieron a pensar y con ellos se detuvo el tiempo, que antes, cuando tenían 16 y 17 años se les había escapado de las manos prácticamente sin disfrutarlo.
Y en ese instante, preciso en el que los 4 repasaron su vida, respondieron al mismo tiempo:
-Si, hubiéramos sido Felices-